Después de haber visitado varias veces al oculista por el problema que tenía en el ojo me informó que la única solución que había, era que tenía que pasar por el quirófano para poder abrir el conducto del lacrimal que tenía cerrado. Yo me asusté mucho, pero el médico que vio mi cara de susto, empezó a tranquilizarme. La operación era muy sencilla, consistía en abrir el conducto que va desde el ojo hasta la nariz y es por donde circula el exceso de humedad del ojo. El mío como estaba totalmente cerrado, no hacía su función y casi siempre tenía el ojo pegado, sobre todo cuando me levantaba por las mañanas. Parecía que no me lavaba nunca y estaba siempre lleno de legañas.
Como no quería estar siempre igual, le dije al doctor que me diera cita para la operación cuando pudiera. El miró su agenda y me dijo que me esperaba nueve días después. Ingresaría el día 8 por la tarde para hacer unas pruebas por la anestesia y por la mañana a primera hora entraría en el quirófano.
Llegué de nuevo al hospital el día que me habían dicho a las cinco de la tarde. Las pruebas que me hicieron acabaron muy pronto y yo me dediqué a recorrer las habitaciones de la planta donde estaba ingresado. Puede comprobar la gran labor que hacen los médicos y las enfermeras. Me gustó mucho que tratasen con cariño a los enfermos. Cada uno me contaba su caso. Todos estaban muy agradecidos con las personas que trabajan en el hospital.
Por la noche no dormí mucho ¡Serían los nervios!. Muy temprano una enfermera me tomó la temperatura y a las diez, todo había acabado. Estaba en la habitación y en dos horas podría marcharme a casa.
Creo que lo que más me impresionó fueron los grandes focos del quirófano y algo que no me gustó nada, fue el olor a medicina y a productos químicos.
Me gustaría agradecer a mi oculista lo bien que me quedó, pues no he vuelto a tener ningún problema y a todos los doctores les doy la enhorabuena por salvar tantas vidas.
Jorge
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